CONSUMISMO

    Enfermedad de clase media


  Casi todos somos consumistas, en mayor o menor medida. Pero lo que distingue al verdadero adicto es que cae en la tentación  de entrar en un gran almacén o de adquirir algo y enseguida se arrepiente de haberlo hecho y de haberse gastado  un dinero que, probablemente, necesitaba para otra cosa. Suele tratarse de una persona que debería vivir bien  con su sueldo y, sin embargo,  no logra llegar a fin de mes.  Además, cuando intentan dejar de consumir, se da cuenta de que no puede hacerlo por sí solo.
            A diferencia de lo que ocurre con otras dependencias, hace muy poco tiempo que la adicción al consumo ha empezado a ser considerada un problema. Según algunos sociólogos, su origen en nuestro país puede encontrarse en los años ochenta, cuando se produjo una eclosión en la compra provocada por un aumento del poder adquisitivo. El individuo cayó en una euforia respecto al gasto y después, cuando la situación empeoró no supo adaptarse a su nuevo nivel económico.
            Puede hablarse de tres factores fundamentales que contribuyen al nacimiento y desarrollo de esta patología:
· Insatisfacciones personales, frustraciones y problemas psicológicos, que se proyectan en la necesidad continua de consumir, como una búsqueda de algo que llene el vacío. Algunos psicólogos encuentran en esta reacción un intento de recuperar la ilusión que de niños ofrecían los regalos que se recibían en fechas señaladas, como los Reyes Magos, los cumpleaños...
·Influencia de una publicidad que incita a vivir por encima de las propias posibilidades , mostrando los productos nuevos que la persona debe adquirir para ser feliz. Además, las grandes superficies de venta despliegan toda una serie de medios para convencer al cliente de que gaste más de lo que tenía previsto con recursos  como el tamaño de los carros, las ofertas, la estudiada distribución de los artículos en las estanterías, los productos con regalo...
·Proyección de éxito social. La idea, cada vez más extendida, de que en nuestra sociedad, donde ya apenas existen signos que determinen en prestigio social, lo único que diferencia a las personas es lo que poseen. Los productos adquiridos se convierten así en la única forma de destacar.
Las principales víctimas de la adicción al consumo suelen pertenecer a la clase media, según Garcés  Prieto: “las personas de clase alta no encuentran en el consumo una forma de refuerzo social: gastan dinero sencillamente porque lo tienen. Y las de clase baja, que cuentan con un presupuesto escaso, deben vivir ajustándose estrictamente a él”.
 
 
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