ESCUELA DE PADRES
Tener un hijo es un hecho que marca la vida de una pareja y reafirma la de
toda la familia. Si bien es un momento importantísimo, no puede desconocerse
que los desafíos de ser padres hoy en día son enormes. Por ello, Fusión Vida
te ofrece un catálogo de servicios con los cuales formarse en maternidad y
paternidad.
La variedad que requiere la formación paternal es sumamente extensa.
Una escuela de padres comprende la preparación para el momento del
parto, el postparto, y luego en la actividad diaria que significa la educación
de los hijos, una actividad muy especial pero también exigente.
Todas las posibilidades que se brindan hoy en este tipo de servicios ayudan
a estar al día con las últimas tendencias en educación e incentivo, para poder
convertirse en padres y madres responsables que enseñan a hijos felices. Una
enseñanza conjunta de padres e hijos puede abarcar desde natación y gimnasia
para desarrollar su potencial físico, hasta talleres de musicoterapia para que
papás e hijos trabajen con la música.
Una escuela de padres permite también reflexionar sobre la práctica diaria de ser papás y mamás en relación al futuro de nuestros hijos.
Una relación de confianza
Padres y Maestros
Son los padres quienes gozan de esa relación de
intimidad única que exclusivamente se da en el seno de una familia y que
permite todo tipo de interrelaciones personales: de afecto, ayuda, orientación,
soporte, etc., que influyen y modifican los comportamientos de todos sus
miembros. Suele decirse que en una familia todos educan y son educados.
Son, asimismo, los padres quienes están en
mejores condiciones, a causa de su cariño desinteresado, de conseguir el
crecimiento en autonomía de sus hijos y, por tanto, la madurez: un crecimiento
en libertad y responsabilidad que solamente es posible, de manera armónica,
cuando la familia soporta las decisiones personales, con su mezcla de aciertos
y errores.
Esa
relación de confianza es la que determina, matiza y da forma al binomio familia
- escuela, que debe estar marcado por una actitud de responsabilidad compartida
y complementaria en la tarea de educar a los hijos. Ello implica una verdadera
relación de comunicación donde padres y maestros establezcan una vía abierta de
información, de orientación, sobre la educación de los hijos, constructiva y
exenta de tensiones por el papel que cada uno de ellos desempeña.
En
este sentido, la familia debe tener una actitud activa y participativa, más
allá de las aportaciones puntuales de información sobre los hijos, en la medida
que lo requieran los maestros: esto es, trabajar conjuntamente en la
orientación de la persona en orden a un proyecto común de educación.